La Explosión del Buque Cabo Machichaco: Una Tragedia Histórica en Santander

El fatídico día del 3 de noviembre de 1893 marcó uno de los capítulos más oscuros en la historia de Santander, España. La explosión del buque Cabo Machichaco, un trágico evento que aún resuena en la memoria colectiva de la ciudad, dejó una huella imborrable de devastación y pérdida.

Tras la cuarentena en el lazareto de Isla de Pedrosa debido a casos de cólera en Bilbao, estaba atracado en el muelle número 2 de Maliaño. Además de harina y material siderúrgico, llevaba garrafones de ácido sulfúrico en cubierta y más de 51 toneladas de dinamita, cuya existencia no se había reportado.

En un instante, una serie de desafortunadas circunstancias llevaron a una catástrofe de proporciones monumentales. Todo empezó por la ingición de una garrrafa de ácido sulfúrico que provocó el primer incedio. Todo el puerto incluido buques cercanos acudieron a la ayuda de los bomberos para atajar el fuego. También una multitud se agrupó en el muelle para ver el «espectáculo» sin que las autoridades les desalojaran. 

Poco después, mientras trabajaban marineros y civiles en la exticinón, el fuego llegó a las bodegas desencadenanado una cadena de eventos infernales. El puerto se vio envuelto en llamas, con enormes columnas de humo negro ascendiendo hacia el cielo y una onda expansiva que sacudió los edificios circundantes.

La onda expansiva se propagó por toda la bahía de Santander.​ Algunos edificios cercanos se derrumbaron.​ Cientos de fragmentos de hierro salieron disparados a varios kilómetros de distancia. La magnitud de la explosión fue tal que según cuentan algunos testimonios un calabrotenota  llegó hasta la localidad de Peñacastillo, a ocho kilómetros de distancia, y mató a una persona. Una ermita medieval situada en la mies de San Juan de Maliaño, a varios kilómetros de distancia, no pudo resistir la onda expansiva de la explosión y también se derrumbó. Todos los que subieron al barco, incluidos 32 tripulantes del Alfonso XIII y el capitán del mismo, Francisco Jaureguizar, murieron en la explosión.

Las consecuencias fueron devastadoras. Las calles cercanas al puerto quedaron destrozadas, los edificios colapsaron y la población local fue sacudida por la magnitud de la tragedia. Se estima que cientos de personas perdieron la vida y muchas más resultaron heridas, dejando a la ciudad sumida en la conmoción y el dolor.

Los esfuerzos de rescate se llevaron a cabo en medio del caos y la confusión. Los equipos de emergencia lucharon valientemente para extinguir el fuego y rescatar a los supervivientes atrapados entre los escombros. Sin embargo, la magnitud de la tragedia abrumó los recursos disponibles, y muchas vidas, alrededor de 600 se perdieron en el proceso.

La explosión del buque Cabo Machichaco dejó una profunda cicatriz en el tejido de Santander. Pero también sirvió como un recordatorio sombrío de los peligros inherentes al transporte marítimo y la importancia de la seguridad en los puertos. Aunque el tiempo ha pasado, la memoria de aquel día trágico sigue viva en la ciudad, honrando a aquellos que perdieron sus vidas y recordando la fragilidad de la existencia humana frente a las fuerzas de la naturaleza y el destino.

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