Alfonso I de Aragón

por | Jun 20, 2024 | Historia

Alfonso I de Aragón el Batallador, rey aragonés clave en la reconquista que duplicó la extensión de los reinos de Aragón y Pamplona.

Ilustración de Alfonso I del Compendio de Crónicas de Reyes
Créditos: Wikimedia Commons 

Alfonso el Batallador

Alfonso I de Aragón, también conocido como Alfonso el Batallador, es uno de los personajes más emblemáticos de la Edad Media en la Península Ibérica. A lo largo de su reinado, entre los años 1104 y 1134, se produjo el empuje definitivo a la reconquista en la Península afianzándose el poder territorial y político de Aragón.

Inicios

Alfonso fue hijo del rey de Aragón y Pamplona, Sancho Ramírez, y de Felicia de Roucy. A través de su padre Alfonso pertenecía a la dinastía Jimena, una casa pamplonica de origen hispanorromano que había reemplazado a los Arista en el trono de Pamplona y se había expandido por casi todos los reinos cristianos de la península ibérica. Su madre pertenecía la casa de Montdidier, una familia del norte de Francia.

Se supone que nació en la localidad oscense de Hecho, porque se ha comprobado que pasó su infancia en el monasterio de San Pedro de Siresa (Valle de Hecho). Siendo el tercer hijo del rey Sancho y lejano en la línea sucesoria, se formó en «letras» y arte militar para ser un señor feudal durante el futuro gobierno de su hermano Pedro.

Sancho Ramírez fue sucedido tras morir en 1094 durante un sitio a Huesca por su primogénito Pedro Sánchez. Alfonso participó personalmente en las campañas de su hermano como la toma de Huesca en 1096, donde se le cita comandando la vanguardia en la batalla de Alcoraz.​ Las conquistas cristianas bajo su hermano Pedro enriquecieron a la aristocracia militar aragonesa, incluyendo a Alfonso, que aparece entonces también como teniente del varios castillos , así como dueño de distintas propiedades repartidas por todo el reino.

El infante Alfonso participó también en la expedición de ayuda al Cid en tierras valencianas contra los almorávides que venció al ejército de Yúsuf ibn Tasufín en 1097 en la batalla de Bairén.​ La campaña del Cid sería una gran influencia en las ideas estratégicas de Alfonso, al mostrar la debilidad musulmana y el potencial militar de un grupo de hombres decididos, incluso aunque no proviniera de la élite feudal.  Otra gran influiencia sobre el futuro rey fue el éxito de la primera cruzada (1095-1099) donde tenía numerosos familiares y allegados, de los cuales recibió apoyo en batallas posteriores en la península

Monasterio de Siniesa en los pirineos oscenses
Créditos: Wikimedia Commons 

Acceso al trono

Antes de la muerte del rey Sancho Ramírez, había fallecido su segundo hijo, Fernando, lo que lo dejaba a Alfonso Sánchez segundo en el orden de sucesión. Su hermano Pedro I se quedó a su vez sin herederos en los siguientes años pues perdió a sus dos hijos, nombrando a Alfonso heredero, antes de morir, en otra expedición militar en 1104.

Matrimonio

Pintura del Alfonso I de la colección de la Diputación de Zaragoza
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Pintura de la reina Urraca (Prado)
Créditos: Wikimedia Commons 

Tras la coronación de Alfonso, surgió el problema dinástico ya que el único sucesor por sangre que había en ese momento era su hermano Ramiro que llevaba tiempo en la vida monacal. Había que casar al ya no tan joven rey y de paso acallar algún que otro rumor de «poco hombre» que rondaba la corte, ya que Alfonso siempre prefirió la vida castrense a la cortesana.

En esa época Alfonso VI de León, vivía su declive militar debido a la reacción almorávide a sus conquistas, y tenía una hija viuda, Urraca.  Todo cuadraba. Con la oposición de Castellanos y gallegos el enlace se produjo en octubre del 1109, año en el que moriría el padre de Urraca, el famoso Alfonso VI de León. Los acuerdos matrimoniales entre los dos reinos dejaron sin opciones a los pretendientes gallegos y castellanos. Así Alfonso tuvo que sofocar revueltas en Galicia y en alguna tierra castellana. Varios años de rencillas y enfrentamientos hicieron que la convivencia de Alfonso con Urraca fuese imposible. Hasta el punto que el arzobispo de Toledo, Bernardo de Sedirac, partidario de Urraca, consiguió que el Papa anulase el matrimonio.  La situación acabó con una guerra civil entre los partidarios de Urraca y Alfonso, este la declaró incapaz de gobernar e hizo que la encerraran en El Castellar, en Aragón, a consecuencia de una conspiración en la que Urraca ordenó a los tenientes de fortalezas en los reinos de León y Castilla para que no obedeciesen las órdenes de su marido. Sin más apoyo que la del conde de Portugal, Alfonso invadió León con sus tropas aragonesas y navarras. en el 1111, y como castigo a la revuelta castellana. Alfonso invadió Toledo y sustituyó al díscolo arzobispo. Poco después la reina sería liberada por sus partidarios y se refugió en Galicia y desde allí lanzó ataques par reconquistar plazas como Burgos y Toledo. 

La división entre los cristianos fue aprovechada por los almorávides que se lanzaron al ataque y saqueo de tierras tanto de Urraca como de Alfonso. Así el aragonés reconoció el peligro de perder sus anteriores conquistas aragonesas y dispuso sus recursos y esfuerzos en defender Aragón y se olvidó, de momento, del reino de Castilla y León y de Urraca.

 

Toma de Zaragoza

El barranco de la muerte, de Agustín Salinas Teruel
El rey Alfonso I de Aragón, contempló la matanza que tuvo lugar en un barranco de los montes de Torrero y cerca de la ciudad de Zaragoza.
Créditos: Wikimedia Commons 

Tras ser coronado en 1104, Alfonso comenzó a dar los pasos que con el tiempo llevarían a la conquista de Zaragoza. En 1105 se desplazó a lo largo de su nuevo reino entre Berbegal y las Bardenas, organizando fuerzas en la frontera. Ese mismo año cayó Tauste y antes de terminar 1106 tomaba la madina de Siya (actual Ejea de los Caballeros), una posición estratégica importante para asegurar la frontera sur-occidental. Las conquistas completaban la toma de la actual comarca de las Cinco Villas, lo que cerraba el valle del Ebro por el oeste e interrumpía la ruta entre Saraqusta y Tudela (una de las tradicionales ciudades secundarias de la taifa zaragozana). Alfonso participó en primera línea en la campaña, estando a punto de ser capturado o muerto en al menos una ocasión.

También en 1105-1106 mandó reforzar varios castillos vecinos a Zaragoza que amenazaban la capital del rey musulmán Al-Musta’in II y habían sido construidos por Sancho Ramírez y Pedro I como El Castellar, Pola o Santa Inés. Así ponía bajo observación una de las rutas desde la secundaria taifa de Calatayud a la capital zaragozana. Se trataba de una estrategia diseñada para aprovechar la ruptura de la línea defensiva zaragozana que había supuesto la caída de Huesca. En una llanura abierta como la del norte del Ebro, era posible realizar cabalgadas bastante en profundidad en el territorio musulmán. En enero de 1106 consta la presencia personal de Alfonso en El Castellar, probablemente incursionando sobre Zaragoza o tratando de negociar con sus emires en mitad de las campañas sobre las Cinco Villas.

La toma de Balaguer a los musulmanes por el aliado condado de Urgel a mediados de 1106 abrió nuevas oportunidades para Alfonso en su frontera oriental, pero sobretodo supuso la ruptura de la línea defensiva musulmana al norte de Lérida.

Ya separado momentáneamente de los problemas con su ex Urraca y de los castellano leones, el rey había retornado a Aragón. A finales de 1117 murió el gobernador de Zaragoza y la ciudad quedó momentáneamente en manos del gobernador de Murcia, generando un vacío de poder que Alfonso no dudó en aprovechar. El Papa otorgó una bula de cruzada para la reconquista de la ciudad blanca, con lo que en marzo de 1118 Alfonso logró convocar un gran ejército compuesto por sus tropas, y por numerosas aportaciones de condes franceses, y otras fuerzas peninsulares. Conquistaron muchas plazas cercanas hasta llegar a poner sitio a Zaragoza. El amigo íntimo de Alfonso, Gastón IV, vizconde de Bearne, había formado parte de las cruzadas de Jerusalén y tenía experiencia en este tipo de sitios a grandes ciudades, experiencia que aprovecharon los cristianos en el sitio a Zaragoza, con acciones como, por ejemplo, cortar el acceso al agua de la ciudad por la Romareda para acelerar su rendición. Hubo un importante intento musulmán de socorrer a la ciudad sitiada, desde Valencia llegó un gran contingente que fue emboscado y destruido en el barranco de la Muerte, en las vecindades de la ciudad. A pesar de la buena marcha de las operaciones militares, los árabes consiguieron hacer llegar refuerzos desde Córdoba y Granada, reconquistando plazas importantes como Tudela y Tarazona. En Septiembre las tropas francas abandonaron la lucha por considerar la ciudad inexpugnable y por desavenencias con los nobles hispanos. Con el invierno encima las tropas cristianas aguantaron como pudieron sus posiciones contra las incursiones moras y contra el frío. Pero falleció el gobernador moro y Zaragoza finalmente se rindió el 18 de diciembre de 1118.

Al entrar en la ciudad, Alfonso ordenó erigir una nueva iglesia sobre la antigua capilla mozárabe de El Pilar, convertir la mezquita mayor de la ciudad en catedral y otorgó concesiones a los benedictinos para que fundasen un monasterio en el Palacio de la Aljafería, edificio que se constituyó en residencia real de los reyes de Aragón. A la ciudad Alfonso le ofreció un fuero derivado del de Jaca para atraer pobladores cristianos. Este fuero de Zaragoza sería la base para los posteriores fueros de las conquistas en el Ebro.

En cuanto a la población, a los árabes se les otorgó multitud de ventajas para evitar la despoblación de la ciudad, especialmente conservando a los artesanos y comerciantes, asimilando a los mudéjares, lo que marcaría el arte de la ciudad. Para organizar la coexistencia, Alfonso dotó a la ciudad de un primer fuero en enero de 1119 y dispuso un sistema de aljamas que garantizaban el respeto entre comunidades religiosas como en otras ciudades de su reino.

Una vez tomada Zaragoza, el rey de Aragón proyectó la conquista de las poblaciones al sur del río Ebro.​ Avanzó tomando plazas pequeñas y grandes como Calatayud, Tudela y Tarazona donde otorgó privilegios a los árabes parecidos a los de Zaragoza.

¿Qué vas a hacer en Zaragoza?

Basílica del Pilar, Zaragoza.
Créditos: Wikimedia Commons 

Repoblación de tierras yelmas

Al reconquistar tanto territorio surgió el problema de la repoblación cristiana del mismo. Eran tierras fronterizas y peligrosas, además se juntaba el problema de la baja natalidad. Por eso Alfonos echó mano de los fueros y fué premiando a cada villa importante conquistada, con unas prebendas económicas tanto para los nobles como para los plebeyos, que hiciesen interesante su asentamiento en las villas. Echó mano de la población del norte de Aragón, transpirenaicos, y navarros sobre todo para repoblar las zonas nuevas tanto aragonesas como castellano-leonesas. Ejemplo especial de esta repoblación fue el caso de Sória, y todo el camino de Santiago.

Después del asentamiento de conquistas en toda la ribera del Ebro, Alfonos se lanzó contra Alándalus, cercando a la mismísma Granada y saqueando toda las fértiles tierras del valle del Guadalquivir, derrotando a un importantísimo ejército moro en la actual Puente Genil, el 10 de marzo de 1126., Luego siguió rumbo sur hasta Vélez-Málaga, donde mandó pescar un pez antes de volver a Aragón. A parte de conseguir importantes plazas, y seguramente un gran botín, regresó con más de 10.000 mozárabes comprometidos a las repoblaciones a cambio de tierras y ventajas comerciales.

ÚLTIMOS AÑOS

Durante todo este tiempo, El Batallador había manteniedo parte de su antigua influencia en el reino de Castilla, dividido entre los partidarios de Urraca y de su hijo Alfonso Raimúndez. Aun así, a medida que se había ido enfocando en las conquistas a los musulmanes en el Ebro había dado ocasión a su exmujer de ir asentando su dominio (por ejemplo, expulsándolo de Toledo en 1118, Burgos en 1120 y probablemente Segovia tras 1123).​ Alfonso I seguía sin embargo reteniendo las guarniciones a lo largo del camino de Santiago, a las que se volvió a sumar la ciudad de Burgos en algún momento de la década de 1120. El 8 de marzo de 1126 murió Urraca I de León, dejando a su hijo de entonces 21 años como único heredero de las coronas conjuntas de León y de Castilla como Alfonso VII, acabando así las disputas entre distintas facciones leonesas y castellanas.

La rivalidad de los dos Alfonsos continuó hasta que se dispusieron batallar por la ciudad de Burgos. Con ambas fuerzas en la zona, se llegó a una paz diplomática con el Pacto de Támara en junio de 1127. Por este pacto Alfonso renunció definitivamente a posesiones y derechos castellano leononeses. Según la crónica de San Juan de la Peña:

«Para que en adelante no surgiere ninguna disensión entre ambos reinos, se decidió qué tierra era Reino de Navarra, es decir, desde el río Ebro hasta cerca de la ciudad de Burgos, que el rey Sancho de Castilla había arrebatado con violencia a su pariente el rey Sancho de Navarra (Sancho el de Peñalén), hijo del rey García (García Sánchez de Nájera). De lo cual se extendieron documentos entre ambos reyes y reinos de Castilla y Navarra y cada uno de ellos recibió «cartas suas firmatas et bene vallatas». Entonces Alfonso de Aragón entregó toda la tierra de Castilla a Alfonso de Castilla, y en adelante no quiso que se le llamara emperador, sino rey de Aragón, Pamplona y Navarra».

Hubo inclumplimientos en este pacto por la parte del batallador, ya que mantenía el apoyo de varios nobles castellanos que miraban con recelo al leonés por su supuesta inclinación a mejorar a los nobles gallegos. En 1128 Alfonso VII tuvo que recuperar por la fuerza varias villas importantes como Medinaceli, Santiuste y Atienza. Aún así hubo plazas importantes como  Soria, Almazán, San Esteban de Gormaz, Molina de Aragón, Traíd y Cella que continuaron fieles a Aragón hasta la muerte del batallador.

Hacia 1130, cruzó los pirineos dirección Bayona, la cual sitió y conquistó, poniendo a los de Aquitania en serio aviso para que recordasen sus alianzas con Aragón. Un año más tarde, mientras combatía en Gascuña, la frontera aragonesa fue atacada por fuerzas almorávides provinientes de Valencia. Así el Batallador retornó a reforzar esta frontera, siendo en 1133 su última batalla al sitiar la plaza de Fraga fue sorprendido por numerasas fuerzas almorávides y herido en las refriegas, haciéndole huir a la localidad monegrina de Poleñino , donde murió a causa de las heridas un 7 de septiembre de 1134.

Fue sepultado en el monasterio de Montearagón, cerca de Huesca. Según la Crónica de San Juan de la Peña, tenía 61 años de edad y había reinado durante la mitad de ellos.

Sepulcro de Alfonso I en la basílica de San Bartolomé
Créditos: Wikimedia Commons 

Sucesión

Durante el asedio a Bayona, redactó su testamento en favor de Dios, dejando todas sus posesiones a las órdenes militares de los Templarios, los Hospitalarios, y el Santo Sepulcro de Jerusalén.

La voluntad reflejada en este testamento levantó una enorme oposición entre los nobles aragoneses y navarros, que llegaron al acuerdo de no ejecutarlo. Y así, los aragoneses decidieron que en Aragón sucediera a Alfonso su hermano Ramiro, quien reinaría como Ramiro II el Monje. Y por su parte, en Pamplona eligieron rey a García Ramírez, el Restaurador, hijo del infante don Ramiro y de una hija de El Cid; este Ramiro era a su vez hijo de un infante bastardo del rey navarro García Sánchez III. Se separaban así los reinos de Pamplona y Aragón después de cincuenta años, quedando fijadas las fronteras definitivas entre ambos reinos.

Monumento en Zaragoza de Alfonso I
Créditos: Wikimedia Commons 

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