El Cid

por | Jun 23, 2020 | Cultura, Historia

El héroe que todos recordamos de los libros de historia y películas, resulta que es un personaje de carne y hueso, humano

Contexto

Castilla, prinicipios del siglo XI en la frontera occidental del cristianismo. Una tierra marcada por las constantes luchas contra los musulmanes en un afán por sobrevivir y reconquistar lo perdido siglos atrás. Castilla era el baluarte del que dependía la cristiandad, en cierta medida, de toda Europa.

Durante este siglo, el reino de Castilla se expandió de forma significativa al someter a sus vecinos musulmanes y anexarse nuevas tierras. Esto permitió a los castellanos llevar a cabo numerosas conquistas, lo que les permitió un gran desarrollo. También se produjo una mayor centralización del poder, con Alfonso VI como uno de los líderes más destacados. En cuanto a la economía, el comercio y la agricultura fueron los principales motores de la actividad económica en el siglo XI. El comercio se desarrolló sobre todo con Italia, Francia y el norte de África. El principal producto de exportación fue la lana, que se utilizaba para fabricar tejidos. La agricultura se basaba en la producción de cereales, frutas y hortalizas, aunque también se desarrollaron otros cultivos como la vid y el olivo. En cuanto a la vida social, el siglo XI fue una época en la que se desarrolló una fuerte división entre la nobleza y el resto de la población. La nobleza gozaba de privilegios y privilegios como la propiedad de tierras, la organización de cabalgatas y la participación en las Cortes. En el resto de la población, el nivel de vida era mucho más bajo con una escasez de alimentos y una gran inseguridad.

¿Qué vas a hacer en Burgos?

Estatua del Cid en el Balboa Park, en San Diego, California.
Créditos Wikimedia Commons

Orígenes

Rodrigo Díaz de Vivar, se cree que nació alrededor del año 1043 en Vivar, un pueblo cercano a Burgos. Su infancia transcurrió en el seno de una familia cristiana de origen noble. Su padre, Diego Laínez mandó a Rodrigo a servir en la corte del infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir.

Rodrigo Díaz acompañaba al ejército del aún infante Sancho II cuando acudió a la batalla de Graus para ayudar al rey de la taifa de Zaragoza al-Muqtadir contra Ramiro I de Aragón en 1063. Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos días del año 1065 hasta la muerte de este rey en 1072, el Cid gozó del favor regio como magnate de su séquito, liderando batallas y protegiendo al mismo rey.

Tras la muerte de Sancho durante el sitio a Zamora pasó a servicio del nuevo rey, Alfonso VI, a quien, según la tradición, hizo jurar sobre la biblia su no participación en la muerte de su hermano Sancho. Este hecho, el juramento de Santa Gadea carece de fundamento histórico y seguramente sea un adorno de los juglares para enfatizar la figura de nuestro héroe, así lo afirma el historiador jesuita Gonzalo Martínez Díaz en su obra «El Cid Histórico» edt. Planeta. Es más seguro que El Cid fuese uno de los hombres de confianza del nuevo rey de Castilla y León, en esta primera época..

El Poyo del Cid, Teruel, España
Créditos«Diego Delso, delso.photo, Licencia CC-BY-SA«

Destierros

Tras una incursión de las mesnadas del Cid en Toledo, el rey decidió castigarlo con destierro y retirada de vasallaje. Aquí empezó el primer destierro del Cid que junto con sus hombres de mayor confianza se establecieron desde 1081 hasta 1086 como guerreros bajo las órdenes del rey de Zaragoza al-Muqtadir, quien, gravemente enfermo, fue sucedido en 1081 por al-Mutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una campaña contra su hermano el gobernador de Lérida Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez, no había acatado el poder de Zaragoza a la muerte del padre de ambos, desatándose una guerra fratricida entre los dos reyes hudíes del Valle del Ebro. El Cid decidió la contienda en la batalla de Almenar, donde hizo prisionero el conde Ramón Berenguer II.​ Así quedaría el Cid como principal general del rey de Zaragoza, con la única imposición de parte del castellano de nunca batallar contra su señor Alfonso.

En 1085 Alfonso tomó Toledo, y se dispuso a hacer lo mismo con Zaragoza. En este año ya gobernaba la taifa al-Muqtadir II,y seguramente durante el sitio se llegó a entablar conversaciones del Cid con el rey que hicieron posible el entendimiento entre ambos y el perdón del rey. Es el momento de la incursión de los almorávides y Castilla necesitaba todos sus mejores caudillos.

El Cid fue enviado a librar a Valencia (en ese momento bajo la protección de Castilla) frente a la incursión del rey de la taifa de Lérida, que se había aliado de nuevo con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa valenciana. Tuvo éxito en detener el ataque pero los enemigos se hicieron fuertes en Sagunto. El Cid pidió refuerzos al rey Alfonso y así puedo repeler al conde de Barcelona y al moro de Lérida, haciéndose con el control toda la zona. 

En una nueva oleada almorávide, Alfonso pidió al Cid que asistiera en la campaña con sus mesnadas para expulsar a los moros de Aledo (provincia de Murcia), pero no se sabe la razón exacta del porqué el Cid no asistió su la cita en Villena. Se especula que fue por temas logísticos que salió más tarde, pero lo cierto es que Alfonso le volvió a desterrar.

Este nuevo destierro, a diferencia del anterior, acarreó además una medida que solo se ejecutaba en casos de traición, que comportaba la expropiación de sus bienes. Es a partir de este momento cuando el Cid comenzó a actuar a todos los efectos como un caudillo independiente y planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey de Castilla.

El Cid acabó siendo la figura cristiana indiscutible en Levante, hasta tal punto que Alfonso, para recuperar su dominio (y cobro de parias) buscó alianza por mar con Pisa y Génova, y por tierra con el conde de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez. Entre todos atacaron la taifa de Tortosa, y lo intentaron con la de Valencia. Pero Alfonso no pudo aguantar los costes de una campaña larga (los italianos se retrasaron por mar para ayudar al asedio valenciano) y tuvo que retirarse. El Cid quién se encontraba en Zaragoza, tomó duras represalias en la Rioja y partió de nuevo a Levante donde se consagró como primera fuerza militar, sólo amenazado por los almorávides. 

¿Qué vas a hacer en Toledo?

En Valencia

Así por esta razón, para poder hacer frente al posible ataque almorávide, ya asegurado el territorio levantino con las fortalezas más importantes bajo su control y con el cobro de las taifas de Tortosa, Alpuente y Albarracín entre otras (que le aseguraban el sustento para sus mesnadas), dio el paso y sitió por un año la ciudad, rechazando los intentos de ayuda de los almorávides que por el sur intentaban auxiliar a Valencia.

Valencia capituló el 17 de junio de 1094, y el Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «príncipe Rodrigo el Campeador»​ y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid» (otros sostienen que Cid proviene de la plabra árbe «sayyid» que paso a Sidi y después se castellanizó a Cid,  que significa «señor» .

Después de la conquista, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal. El pobre Abu Abadalá no salió bien parado y se dice que fue quemado vivo.

Estatua de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Plaza de España, Valencia.
Créditos Wikimedia Commons

¿Qué vas a hacer en Valencia?

Estatua de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Plaza de España, Valencia.
Créditos Wikimedia Commons

Leyenda bajo la estatua del Cid en Sevilla.
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Sepultura del Cid y Jimena en la Catedral de Burgos
Créditos Wikimedia Commons

Últimos años

Tras las conquista de Valencia, consolidó su control sobre todo el territorio, tomando Sagunto y otras plazas menores que faltaban. También pactó con el nuevo rey de Aragón, Pedro I, acudiendo mutuamente en la defensa de sus respectivos territorios. También pactó con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide.

Con Alfonso VI normalizó su relación y colaboró en la defensa contra los almorávides que libraba Castilla. Hasta tal punto el Cid respetaba al rey castellano que envió a su único hijo varón, Diego, a luchar junto a las tropas castellanas a la batalla de Consuegra, donde fueron derrotados los castellanos y Diego fue muerto en combate.

El Cid cayó a principios del verano de 1099, mientras batallaba contra los almorávides y , según sigue la leyenda, una vez muerto le ataron a su caballo y ganó la batalla al asustar a los moros que ya le creían muerto. Los historiadores ponen muy en duda tal hecho, y lo más aceptado es que murió en su cama por muerte natural. Pero ¿porqué perder el encanto de la tradición? ¿quién sabe a ciencia cierta?

Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y a María con Ramón Berenguer III. Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos del Cantar de mío Cid:

«hoy los reyes de España sus parientes son,
a todos alcanza honra por el que en buen hora nació».

En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla fue tataranieto del Campeador.

Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo. Pero en mayo de 1102, ante la imposibilidad de defender el principado, la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la ayuda de Alfonso VI, tras incendiar la ciudad. Así, Valencia fue conquistada al día siguiente de nuevo por los almorávides y permaneció en manos musulmanas hasta 1238, cuando fue retomada definitivamente por Jaime I.

Los restos en un principio se depositaron en el monasterio de San Pedro de Cardeña, pero con la ocupación francesa, donde saquearon su tumba, pero se pudieron recuperar sus restos que tras varios traslados posteriores, descansan junto a los de su esposa Jimena, en la catedral de Burgos.

La figura del Cid, fuera del imaginario popular y ciñéndonos a hechos históricos comprobados, refleja una forma de ser heróica y desinteresada capaz de lo mejor y peor pero siempre con sus lealtades claras e incorruptibles. Ese soldado que sabiendo que su señor no lo merece, es capaz de dar hasta la última gota de su sangre por él. Ese español que da su vida sabiendo que su señor no se lo va a agradecer. Ese héroe que lucha por una patria mal gobernada e injusta, pero lo hace con orgullo.

En definitiva, el Cid hace bueno el dicho de «qué buen soldado si tuviese un buen señor», que como tantos, a lo largo de nuestra historia, hemos tenido la fortuna de tener como paisanos.

Valencia

la capital del Cid, conoce lo imprescindible de esta gran diudad mediterránea.

Sidi, un relato de frontera

Una historia épica contada magistralmente en una vibrante novela de Arturo Pérez Reverte.

El Cid

Del historiador Jose Luis Corral, de lo mejor que podemos encontrar para conocer a fondo la figura del Campeador.

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